jueves, 2 de agosto de 2007

DEDICATORIA

A Mohamed Aamer, un buen amigo que en su santa inocencia me pidió que le dedicara uno de mis libros y que pusiera su foto.

Dedico este libro a todos los seres.

A pesar de creernos diferentes y divididos, en realidad formamos parte de algo único en expresión y en cualidades. Esta unicidad en cada ser es nuestro maestro de inocencia.





















Lo único capaz de salvar al mundo de un completo colapso moral es una revolución espiritual.

THOMAS MERTON

ÍNDICE

EL PERDÓN: ÚNICO PROPÓSITO. JUAN CLAVERO

INTRODUCCIÓN

EL PUNTO DE PARTIDA: Aproximación psicológica a la personalidad

¿QUÉ ES LA CULPA?
. El principio de la culpabilidad
. Una cadena de dolor

LA CULPA COMO OPRESIÓN
. Auto-represión = Auto-negación
. Ilusión de dominio
. La relación culpable
. Tu traición a ti mismo

DETECTA TU SENTIMIENTO DE CULPA
. Indicadores de culpabilidad
. Fases del sentimiento de culpa
. Efectos de la culpa

LIBÉRATE DE LA CULPA
. Para deshacer tu culpabilidad
. La razón de tu inocencia

ANTE LA INOCENCIA

¿QUÉ ES LA INOCENCIA?
. El principio de la inocencia
. La inocencia es una actitud

¿POR QUÉ NO CREES EN LA INOCENCIA?
. Tus conceptos erróneos sobre la inocencia
. Caracteres generales sobre la inocencia

EL PROCESO HACIA LA INOCENCIA

ACÉPTATE
. Acepta a tu cuerpo
. Acepta a tus padres
. Acepta tus experiencias

RECONOCE AL OTRO
. Reconoce al grupo

LA GRACIA DE LA INOCENCIA

DOCUMENTACIÓN

EL PERDÓN: ÚNICO PROPÓSITO Juan Clavero

I
LA PERCEPCIÓN INOCENTE


Si alguna situación provoca tristeza en tu hermano, y tú te entristeces con él, es porque percibís los dos erróneamente.

Asimismo, si algún hecho causa gozo a tu hermano y tú te alegras con él, estáis percibiendo los dos erróneamente.

Estáis asumiendo papeles que no son los vuestros. Pues el mundo que os muestra los ojos del cuerpo no tiene capacidad real de producir sensación alguna. Sólo vuestra capacidad para eludir la realidad puede mostraros un mundo de ilusiones, situaciones en permanente cambio, que vuestros ojos las perciben como la realidad.

Vosotros os identificáis con vuestros cuerpos y os dotáis de ojos y oídos para percibir otros cuerpos, y, así, os es imposible reconocer la irrealidad del cuadro macabro que os muestra ese mundo y con él os identificáis plenamente.

Ese mundo es incuestionable para ti. Piensas que en él suceden las cosas así, sin tu participación, y que tú sólo puedes sufrirlas o gozarlas, según te disgusten o te agraden.

Crees que sólo el mundo es responsable de lo malo que te sucede y que tu destino no lo puedes controlar, pues eres como una hoja movida por el viento. Sin embargo, esa “realidad” sólo es producto de tu mente enferma.

Pero ese desquiciado y fantasmagórico mundo que percibes y amas como tu hábitat natural, no tiene nada de fundamento ni realidad.


Así, en semejante estado de confusión mental, tu mente, que se cree separada, no puede encontrar sabiduría ni paz. Sólo el conocimiento de tu identidad y grandeza puede liberarte de ese manicomio en el que crees encontrarte.

Tú eres tan libre e inabarcable como tu Creador, única causa de todo lo creado y por crear. Por lo tanto, no ha lugar para mundos tenebrosos ni sensaciones dementes como miedo, pecado, necesidad, muerte, etc, pues carecen de causa que las justifique y sostenga.

El mundo y el cuerpo son el producto fabricado por la parte dormida de tu mente, que los utiliza como soporte para desarrollar sus fantasías, manteniéndote en la más completa oscuridad, la cual te priva sólo aparentemente de tu Identidad.

Tú, que en tus fantasías te sientes abandonado, crees que la forma de congraciar con Quien te abandonó es el sufrimiento y el sacrificio, que utilizas como una ofrenda reconciliadora que sirva de contrapeso a tus muchas culpas y pecados.

No obstante, la justicia no exige ningún sacrificio pues contrariamente a lo que indica tu estrategia “salvadora”, todo sacrificio se hace a fin de perpetuar y conservar el pecado.

La venganza es algo ajeno a la Mente de Dios precisamente porque Él conoce la justicia. Ser justo es ser equitativo, no vengativo. Es imposible que la equidad y la venganza puedan coexistir, pues cada una de ellas contradice a la otra y niega su realidad.

Dios no sabe lo que es condenar. Pero sí sabe lo que es la justicia, y lo sabe muy bien. Él es totalmente justo con Su Creación. Y no hay un solo ser vivo apartado de Su Creación.

En el mismo instante que decidiste dormir, abandonando tu grandeza y poder ilimitados, para adentrarte en el mundo de los sueños de terror, Dios te protegió poniendo a tu disposición la ayuda necesaria para tu despertar, encargando esta tarea al Espíritu Santo, Quien siempre está tan cerca de ti como tu pulso.

Pero Él no puede interrumpir tu sueño, pues esto supondría interferir tu decisión, y tú eres tan soberano como tu Padre. No obstante, siempre puedes contar con Él, y Su ayuda te será completamente necesaria cuando decidas usar la razón para retornar a la Gloria que te pertenece por linaje. Pues sin Su amorosa ayuda no podrás salir de la demencia.

No busques fuera de ti, pues no existe nada más. En ti está el Cielo, aunque también puedes fabricarte un infierno. El Cielo es tuyo; el infierno no, pues ni existe ni puede existir, aunque a ti te parezca muy real. Tienes todo el poder, pues Dios te hizo igual a Él, aunque en tu demencia te consideres impotente.

A los que todavía creen en el pecado les resulta extremadamente difícil entender la justicia del Espíritu Santo, pues no es posible creer en el pecado y en el Amor al mismo tiempo. No puedes sino creer que Él comparte tu confusión, y, por tanto, no vas a poder evadir la venganza que forzosamente comporta tu propia creencia de lo que es la justicia del Cielo. Así, tienes miedo de la justicia de Dios al creer que Él comparte contigo tu escala de valores, y, por lo tanto, que comparte tu frustración y tu demencia.




II
EL MUNDO REAL

La parte de tu mente sumergida en el sueño, y única causa del mundo que percibes, está tan familiarizada con tu condición “pecadora”, y se siente tan segura y cómoda en esa situación, que cuando se te recuerda tu impecabilidad, te invade una profunda sospecha y el escalofrío del miedo. Pues el mundo que has fabricado depende absolutamente de la creencia en el pecado y la impotencia.

Y todo lo que te muestra ese mundo, te evidencia que el pecado es real y que tú no puedes evitarlo. Percibes la “amenaza” de lo que Dios entiende por justicia como algo más destructivo para ti y para tu mundo que la venganza, la cual te parece natural y lógica.

El pecado lo percibes por todas partes, por lo que la “ira” de Dios, y Su venganza ejemplarizante, no sólo te parece justa, sino deseable. Así, piensas que pasar por alto el pecado sería una maldición. Por lo cual, dejarte guiar por la Mano del Espíritu Santo, y permitir que te muestre cuán equivocado estás y que te invite a reconocer que sólo te rodea el Amor, lo consideras fuera de lugar.

No eres justo contigo mismo porque has olvidado quien eres. Tampoco lo eres con tu hermano por considerarlo tu enemigo. Pero el hecho de haber olvidado tu Identidad no te priva de ella ni un sólo momento, como tampoco priva de la suya a tu hermano el hecho de que no se la reconozcas.

Tu realidad está más allá de tus sueños, y no la puedes evitar. Dios ha compartido Su Voluntad con Su Hijo, y ésta no es variable ni esquivable, así como tu voluntad tampoco lo es por ser la misma que la Suya.

El mundo real es el estado mental que tiene como único propósito el perdonar. El miedo ha dejado de ser el objetivo, pues escapar de la culpabilidad se ha convertido ahora en la meta.

El aprecio por el ataque ha dejado paso a valorar el perdón, que pasa a ocupar el lugar de los ídolos, los cuales dejan de preguntarse, porque ya no se les atribuye ningún valor.

No se establecen reglas fútiles ni se le exige nada ni a nadie que cambie o que se amolde al sueño de nuestro miedo. Por el contrario, hay un deseo de querer comprender todas las cosas tal como son en realidad. Y se reconoce que todas las cosas tienen que ser primero perdonadas, y LUEGO comprendidas.

El Amor no es comprensible para el que se percibe pecador. En ese estado mental sólo se vive de ilusiones, y ahí no tiene cabida el Amor. Crees que la justicia no guarda relación con el Amor y que representa algo distinto. Y así se concibe el Amor como algo débil, y a la venganza como muestra de fortaleza y justicia.

¿Podría tu amoroso Padre esperar de ti que en tu confusión tuvieras algo que ofrecer? ¿Podría rechazarte por ello? La función del Espíritu Santo consiste en enseñarte a que aprecies tu valía al reconocer la futilidad de tus sueños y ofrecerte la acogida que merecen los inocentes.

Tu Padre te espera con Sus Brazos abiertos, y sólo desea que decidas el retorno a Casa para gozar de tu presencia. Él se alegra con tu despertar, pues sólo así puedes disfrutar de tu plenitud.

El papel especial que Dios asigna es sólo que cada uno aprenda que el Amor y la justicia son una misma cosa, pues su unión los fortalece a ambos. Sin Amor, la justicia estaría llena de prejuicios y sería débil. Y el Amor sin justicia no es posible, pues el Amor es justo y no puede castigar.

Tu inocencia es el efecto de la única Causa. Tienes derecho a todo el universo, a la paz perfecta, a la completa absolución de todas las consecuencias de tus ilusiones de terror, y a la vida eterna, gozosa y completa desde cualquier punto de vista, tal como la Voluntad de Dios lo dispuso para Su Hijo. Ésta es la única justicia que el Cielo conoce, pues sin imparcialidad no hay justicia.

El mundo engaña, pero no puede reemplazar a la justicia de Dios con su propia visión de justicia. Tu condición de Hijo de Dios te garantiza que sólo la justicia perfecta puede prevalecer sobre ti.

Perdona tu demencia y reconoce en el prójimo a tu salvador. Pues sin él no hallarás la paz que buscas. Sólo en tu hermano está la luz que te puede iluminar. Pues él sigue siendo tal como Dios lo creó. Sois Hijos del Amor. Esa es la verdad que os hace libres. ¿Por qué escribe Moisés en las tablas de la Ley “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”? Porque tal como Dios es Uno contigo, tú eres uno con tu hermano.

No caigas en la blasfemia de percibir a tu hermano como pecador, pues por muy razonable que te parezca tal percepción, jamás en la locura podrá haber nada razonable.



III
LA FUNCIÓN DEL PERDÓN

Perdonar a tus semejantes no es otra cosa que aprender a mirarlos. Y ni tus ojos ni tus oídos te ayudan en absoluto en esta tarea.

Tus hermanos son santos por encima de cualquier otra percepción que tus ojos o tus oídos puedan inducirte a oír o ver. Y esa santidad, que no puede menoscabarse por ser la Voluntad de Dios, es lo que tienes que aprender a percibir más allá de los cuerpos.

Ese es el perdón que sana e ilumina. Cuando aprendas a verlo, sabrás cuán santo es tu hermano y cuán santo eres tú también.

Habrás aprendido a conocerte a ti mismo. Pues los dos tenéis en común la santidad. Y esto es así, no porque vosotros lo hayáis querido o dispuesto, sino, porque ésa, y sólo ésa, es la Voluntad del Padre. Y no puedes cambiarla por más que lo intentes.

Tu única función aquí es perdonar. Aprende a perdonar y te habrás perdonado a ti mismo. Aprende a mirar para saber mirarte. Mira a tu salvador, que está en tu hermano, y tu hermano te habrá salvado.

El poder del perdón para liberarte es tan grande como lo es el poder de las ilusiones para aprisionarte.

INTRODUCCIÓN

Yo había pasado cerca de diez años investigando una forma poética oral muy enraizada en La Alpujarra: El trovo, o poesía oral improvisada.

El ambiente que se vivía entre aquellos aficionados al verso era de constante sufrimiento. Las rencillas y los enfados de unos compañeros con otros era lo único que tenían en común. La hipocresía en las relaciones, el orgullo por querer ser mejor que los demás, el odio soterrado, la pelea por el dinero, etc. formaban el corpus psicológico del que bebían aquellas personas y del que yo me colmaba.

De todas formas, ese ambiente no era para mí nuevo, pues había sido mi bagaje personal desde siempre. Y llegó un momento en que me pregunté qué estaba haciendo de mi vida. No me sentía bien en mis relaciones ni conmigo mismo.

Yo necesitaba un reconocimiento social de mi persona, puesto que a mí mismo me consideraba bien poco. Y para lograrlo no escatimé en sacrificio, pues durante todo ese tiempo que estuve estudiando a los trovadores, grabando y recopilando todo tipo de material en torno a ellos, utilicé los pocos recursos de que disponía.

A esta confusión de mi personalidad se unieron unas circunstancias especiales en mi vida privada que comenzaron a hacerme consciente de que estaba viviendo una existencia determinada por el sufrimiento y mi propia negación.

Enfoqué, entonces, mi voluntad en cambiar ese estado de cosas en mí mismo y todo mi entorno me ayudó a ello: Un cúmulo de circunstancias revolucionó mi vida de tal manera que en muy poco tiempo me encontré con que había abandonado mis investigaciones sobre el trovo, que no tenía pareja y que no tenía casa.

Fue una especie de hecatombe personal. Pero seguí trabajando mi voluntad, intenté vivir aquellas circunstancias lo más tranquilo posible y, poco a poco, el maravilloso universo me regaló con experiencias adecuadas a las nuevas creencias que introduje en mi vida.

Uno de aquellos mágicos regalos que recibí fue un hecho muy singular que me ayudó a comprender la magnitud liberadora de la percepción inocente. A pesar de mi evidente desinterés por el trovo, uno de los trovadores me pidió que le prepara un libro con sus poemas. Aceptó mi sugerencia de incluir un capítulo con improvisaciones y nos dispusimos a realizarlo convocando a muchos de sus compañeros.

De los trovadores que esperábamos había dos que llevaban peleados varios años. Ellos evitaban encontrarse, pero, por amistad al trovador convocante, tuvieron que acudir a la reunión. Para sorpresa de todos, estas fueron las palabras que se cruzaron en cuanto que se vieron:

“CANDIOTA”
Tomás yo me arrepentí
cuando te hablé malamente
pero como soy prudente
un perdón te pido a ti.
Tú tuvistes para mí
varios momentos de amores,
¡pido a Dios que nunca llores
por el dolor de otra herida
y en el jardín de tu vida
todo se vuelvan flores!

TOMÁS
En la copla que me has hecho
te tengo que averiguar
y me quedo satisfecho,
¡no te puedo perdonar
de un delito que no has hecho!

“CANDIOTA”
Yo me porté malamente
y no con mala intención,
por eso mi corazón
nuevamente se arrepiente.
Tú eres un hombre prudente
porque tienes dignidad,
te sobra la voluntad
para ser siempre mi amigo
y yo estoy feliz contigo
porque encontré la amistad.

TOMÁS
Como me cantas tan claro
te tengo que contestar,
nunca fuiste tan mimado
y Dios suele perdonar
a aquellos que lo azotaron.

“CANDIOTA”
Tú me perdonas Tomás
que no volveré a ofenderte,
yo sabré siempre quererte
lo mismo que los demás.
Por donde quiera que vas
voy caminando contigo
y el tiempo será testigo
que yo te sabré querer
y no te sabré ofender
en el mundo, buen amigo.

TOMÁS
La copla que me has cantao,
que ha salido de tu pecho
en momento adecuao,
¡el delito que me has hecho
pues Tomás ya lo ha olvidao!



LA REVOLUCIÓN ÚLTIMA

Aquella inesperada demostración de la inocencia, junto a otras experiencias similares que me ocurrieron, me dio la certeza interior de que me encontraba en buen camino. Yo también tenía que sanar mi relación con aquellos poetas y allí encontré la llave que me abrió la puerta a la liberación.

¡Todo, todo en mi vida me enfocaba a los mismo, a sanar mis relaciones! Y la base de que mis relaciones fueran conflictivas estaba en que yo no aceptaba mis propias experiencias, por lo que me condenaba al dolor y al sufrimiento, como mi forma de percibir la vida, y al sacrificio, como forma de pagar la culpabilidad que sentía por estar vivo.

Curiosamente, también por aquellos días, mis amigos más cercanos me presionaban para que no abandonase mis investigaciones sobre la poesía improvisada dado que, según ellos, yo estaba muy preparado sobre el tema y que era el momento de rentabilizarlo a través de becas y las conferencias que ya dictaba por todo el país en congresos y seminarios.

Pero razoné mi decisión. Yo disponía de poco tiempo. Todos los días trabajaba como jornalero en la agricultura y las horas para leer, estudiar o escribir, siempre tenía que restarlas al descanso. Y en esos momentos simplemente no podía trabajar las ocho horas diarias y, luego, dividirme en dos líneas de investigación: la poesía improvisada y mi proceso personal.

Sin ninguna duda, me decidí por ahondar en mi evolución como persona. Pudo más la necesidad que tenía de saberme a mí mismo, de ser humilde y, con tranquilidad, potenciar mi voluntad de cambio.

Ya entendía que yo debía de responsabilizarme, de alguna manera, de mis odios, de mis críticas, de mi constante enfado y de mis rencores. Pero, ¿cómo? Y la respuesta me llegaba a través de Un Curso de Milagros, donde pude entender la necesidad de no culpar a los demás por lo que a mí me ocurría porque, culpando, me evadía de solucionar mis errores y me servía para mantenerme en ellos.

Entonces me hice algunas preguntas: ¿Quién es el “yo” que vive en este mundo? ¿De qué hablan mi mente y mi cuerpo? ¿Quién es Pepe Criado? Pero lo único que pude sacar claro de confusión tanta es que mis intentos de disociarme de la inocencia, que me es propia y me define, quiera yo o no, siempre son inútiles. El estado de gracia y de libertad que me pertenece es absolutamente inmune a mi continuado empecinamiento por limitarme cuando me creo aislado de mi propia esencia.

Empecé a saber que la única medida que me puede dar una idea de una verdadera y liberadora aceptación de mí mismo es la gratitud que mantengo con las personas:

. Con quien conozco y con quien no conozco.
. Con quien amo y con quien no amo.
. Con quien veo y con quien no veo.

Pero la visión inocente también me ofreció la corrección de mis errores y la responsabilidad en mis pensamientos, palabras y actos. Me permití un propio desarrollo personal cuando entendí que mi seguridad no dependía de que fuera sumiso a las presiones de mi entorno, y que sociabilidad no tiene por qué significar superficialidad, ya que la única libertad posible es que potencie mis recursos más profundos a través de la flexibilidad mental.

Y comprendí la magnitud de la inocencia como vía para desaprender mis actitudes habituales que iban en contra de mí, y, para introducir en mi sistema de pensamiento la visión de unidad con todas las personas y con todo lo creado. Y entendí, también, que yo era responsable, a todos los niveles, de mis experiencias.

El mensaje que más me impactó y el que más me favoreció una nueva percepción de la vida fue reconocer que todos los seres estamos unidos y que nuestra única voluntad es ofrecernos la inocencia y el Amor.

Y ésta es mi visión, una revolución íntima que se me convirtió en la última revolución que yo pude establecer para mi vida y para la vida de los demás, ya que la necesidad de cambio desaparece cuando la seguridad se instala en la profundidad del Ser.



ARGUMENTO PARA ESTE LIBRO

Dependiendo de tu sistema de pensamiento, creas tus propias experiencias, que te pueden resultar enriquecedoras o limitadoras.

El principio de la culpabilidad es una cadena que te atas a la cintura para tirarte, con mínima posibilidad de escape, a las profundas aguas de no responsabilizarte de ti mismo y de dar tu voluntad a los demás, para que ellos decidan las circunstancias de tu vida.

Pero, si te haces consciente de que son tus propias ideas las que te ahogan y de que si las entiendes y las analizas puedes deshacerte de ellas para procurarte otras más adecuadas, estás, entonces, preparado para ejercer tu voluntad.

Y tu voluntad no es otra que la Voluntad Una que mueve a todo lo creado: La unidad de todos los seres en la inocencia, la santidad y el puro Amor.

La mente nos crea espejismos, “realidades” en las que creemos tan absolutamente que nos parecen parte nuestra. Pero nos solemos quedar tan atrapados en nuestras propias creencias que nos quedamos indefensos ante nuestras propias ilusiones.

Uno de los espejismos en el que más confiamos es en sentirnos culpables, creencia que nos provoca un ahogo interior de escasez, separación, inadaptación y auto-negación.

Para sanar este proceso, que puede abocar al individuo en graves crisis psicológicas y físicas, está la creencia en la inocencia.

La inocencia, ver siempre al otro puro y autorealizado, tal como lo entendía Jesús, es el tema central de este libro porque induce a establecer un sistema de pensamiento a través del cual el individuo se fortalece y enriquece sus relaciones.


AGRADECIMIENTOS

Mi gratitud a las enseñanzas de Un Curso de Milagros y a Robin Casarjian por su libro Perdonar, pues ambos textos han sido fundamentales en mi trabajo personal sobre y, por extensión, me han inspirado y orientado para escribir este libro.

A Francis Chauvet, Alberto Ferrer, Ana Moreno, Juan Clavero, Paco Palma, Trinidad López, Pepe Espinosa, Manuela Cano, Joni Brugués y Marta Povo, agradezco la entrega personal y la colaboración que me han ofrecido cuando, durante el proceso de escribir este libro, les he pedido opinión y consejo.

EL PUNTO DE PARTIDA: APROXIMACIÓN PSICOLÓGICA A LA PERSONALIDAD

Tu personalidad está basada en el sistema de pensamiento que rige tus creencias. Consciente, o no, eliges el sistema de pensamiento que te va a permitir expresar, primero por tus creencias y luego por tus acciones, una visión de ti mismo y, también, de tu relación con los demás y con el mundo que te rodea.

Siempre, basas tus pensamientos dirigiendo tu voluntad a una de las siguientes creencias:

. La separación.
. La unidad.

Cada una de estas dos actitudes rige los dos sistemas de pensamiento entre los que puedes elegir el tuyo:

. Por la separación de ti mismo te identificas con el dolor.
. A través de la unidad te estableces en el Amor.

Y según el sistema de pensamiento al que te adhieres, defines tus creencias y te procuras las experiencias.

En forma de esquema, podemos definir este proceso así:



SISTEMA DE PENSAMIENTO

Te crees solo y separado Te crees uno
de los demás seres. con todos los seres.


CREENCIAS

Crees que el mundo está Crees que la única
regido por el dolor. realidad es el Amor.


EXPERIENCIAS

Te guía aquello Te guía el conocimiento.
que quieres ver.


Te parece que eres Ves el Amor reflejado
diferente a los demás. en todos los seres.


Te empeñas en hacer reales Vives en plenitud.
tus deseos, tus ilusiones de
realidad.


Crees que lo que no está
sometido a tu deseo, te ataca.


Tú atacas, a la vez, para
defenderte.


Te crees culpable
y no sabes por qué.



Cada uno de estos sistemas de pensamiento te provee de una percepción de ti mismo radicalmente distinta. El apóstol Tomás definió esta diferencia en su Evangelio:

Si es Indivisible, se llenará de luz, pero si está dividido, se verá lleno de oscuridad.

Y en Un Curso de Milagros se especifica la posibilidad de elegir:

Tanto la paz como la culpabilidad son estados mentales que se pueden alcanzar. Y esos estados son el hogar de la emoción que los suscita, que, por consiguiente, es compatible con ellos. (UCDM. Cap.19-IV,10-9)

También concreta esta necesidad de elección el místico Abderrahmán Mohamed Maanán:

Obedecer es asumir el ser del otro. Por ello, se obedece a Allah con el conocimiento, la acción, la audacia, la generosidad, la justicia...

La tâ’a, la obediencia, es situarse en la proximidad de lo fecundo. Por el contrario, la desobediencia (ma’sía) es aislamiento en el ego, es rebeldía, es decir, es ajustarse al propio y exclusivo entendimiento de lo que deben ser las cosas, y se manifiesta en la envidia, el rencor, la avaricia, la ignorancia, la injusticia, todo lo que nos aparta de la fuente de la existencia. (Maanán, 2000:36)

Entonces, dependiendo si te crees dividido y culpable, o, te crees en paz y lleno de Amor, vuelves a hacer otra elección entre:

. Creerte cuerpo.
. Creerte energía, o espíritu.

Tu identificación con uno u otro de estos dos conceptos te va a demostrar qué sistema de pensamiento elegiste, pues esta elección te va a recordar tus creencias profundas, según el siguiente esquema:


CREENCIA



Te crees espíritu. Te crees cuerpo.


Deseas comprender Te crees indefenso
lo creado tal como es. y sientes miedo.


Tu propósito del mundo Te sientes culpable
lo compartes con todo. por creerte aislado.


El mundo es el lugar Para salir de tu dolor,
para alcanzar te creas ídolos salvadores.
la paz.


Encuentras inocencia Atacas a quienes te rodean
en toda situación porque no se ajustan al patrón
y en todo ser. de tus ídolos. Y descargas tu
dolor en las personas que amas.


Ves el mundo real. Te has fabricado un mundo de separación.


Conoces. Tu mente te muestra lo que tú quieres ver.

Como puedes comprobar, hay un efecto de ida y vuelta, de círculo cerrado, en cada uno de los dos sistemas de pensamiento. Algo así:

SISTEMA DE PENSAMIENTO

EXPERIENCIAS

CREENCIAS

Cada paso en esta cadena apoya al siguiente. Pero, aunque las experiencias que resultan de cada uno de estos sistemas de pensamiento las vives de una forma distinta, en realidad te dicen lo mismo, si aceptas recordar que, siempre, todo en la vida depende de tu propia voluntad. Míralo aquí:


TE RECONOCES LIBRE
PARA ELEGIR TUS CREENCIAS


TE ACEPTAS RESPONSABLE
DE TUS EXPERIENCIAS


TE ESTABLECES TE ESTABLECES
EN LA UNIDAD EN EL EGO



TIENES VIVENCIAS TIENES VIVENCIAS
DE PAZ DE CONFLICTO


TIENES RELACIONES LOS DEMÁS
SANAS TE DAN MIEDO


RECONOCES EN LA ATACAS
INOCENCIA


VIVES EN EL AMOR TE DEFIENDES DE LOS DEMÁS ATACÁNDOLES,
PERO, EN REALIDAD, ESTÁS
PIDIENDO AMOR A GRITOS.

Por esto, porque quieres vivir feliz, y no añorando la felicidad, es necesario que seas consciente de cual es tu voluntad. Tu responsabilidad está en:

. Reconocer y elegir aquello que quieres.
. No establecerte en lo que no quieres.

Los primeros cristianos advirtieron la necesidad de este proceso de introspección según El Evangelio de Felipe:

Tenemos que excavar la raíz del mal que está dentro, y arrancarla de nuestro corazón de raíz.

Será arrancada si la reconocemos, pero si la ignoramos se enraizará en nosotros y producirá su fruto en nuestro corazón.

Se apodera de nosotros. Somos sus esclavos. Nos cautiva, nos hace hacer lo que no queremos hacer, y lo que queremos hacer no lo hacemos.

Es poderosa porque no la hemos reconocido. (Vidal,1991:161)




TU VISIÓN DEL MUNDO

En definitiva, tú crees lo que te dices a ti mismo. Tus pensamientos generan tus experiencias, tanto si has elegido tu sistema de pensamiento conscientemente como si no.

Así pues, si algo no funciona en tu vida puedes ver qué creencias rigen lo que te va mal y puedes darte los pensamientos adecuados para cambiarlo. Eres libre para elegir los pensamientos que introduces en tu mente, y, también, eres libre para cambiarlos cuando tú quieras.

Gerald Jampolsky precisó la importancia de una elección adecuada:

A medida que aprendemos a dar más y descubrimos que dar es recibir, podemos ver por qué es importante que dejemos de invertir en la culpa, los juicios, los reproches y las condenas.

Al hacerlo descubrimos que debemos aceptar la responsabilidad de nuestra libertad y nuestra felicidad puesto que lo único que puede dañarnos son nuestros pensamientos. (Jampolsky, 1998:123)


Con la misma opinión, Robin Casarjian señaló la reducción de las experiencias en el mundo a partir de la propia limitación psicológica que te impones:

Las creencias subyacentes y muchas veces inconscientes que tenemos sobre nosotros mismos y la naturaleza humana, influyen y, en último término, determinan la capacidad y la disposición que tenemos a arriesgarnos, confiar, amar y perdonar. (Casarjian, 1994:49)


Así, la elección de tus creencias determina directamente la calidad de tus relaciones:

. Relación de conflicto
. Cada uno cree que el otro tiene lo que a él le falta.
. Te unes para tomar del otro lo que no tienes.
. Estableces la relación en crear diferencias.

. Relación de paz
. Cada uno ha mirado dentro de sí y no ve ninguna insuficiencia.
. Deseas extender tu ser completo uniéndote a otro igual en plenitud.
. No ves diferencias ni necesitas nada.

En la relación de conflicto necesitas al otro para:

. Acusarle de tus propios errores.
. Proyectar tu creencia en el ataque.
. Culpabilizarle de tu creencia en el sufrimiento y de tu creencia de no merecer amor.

En la relación de paz cada uno afirma en la otra persona sus creencias de:

. Entrega.
. Felicidad.
. Amor.

Pero, al igual que tus creencias determinan que vivas en el amor, o que pidas amor, todas tus relaciones también se basan en que:

. Extendáis el amor.
. Os pidáis amor.

Pues la ofensa, que parece contraria al amor, es una petición de amor que hace el ofensor al ofendido. Si el ofendido no conoce, se cree necesitado de venganza, pero si conoce el mundo real se establece la inocencia.


TU PERSONALIDAD

Tú tienes la capacidad de superar tus propias limitaciones.

Tú, como cada persona, perteneces a una esencia que se manifiesta a través de ti en:

. Tu voluntad, por la que eliges tu actitud ante las experiencias.
. Tu conciencia, por la que diriges tu vida.

En base a la voluntad en la que te determinas y a tu conciencia consciente, eliges las características para tus vivencias:

. Tu sistema de pensamiento.
. Tus creencias concretas.
. Tus acciones.

Así, esa esencia, definida en tu voluntad y tu conciencia, es la base de tu personalidad. Pero según maduras y acumulas experiencias, tu personalidad se divide en otras subpersonalidades. La psicóloga Robin Casarjian (1994:51) denomina a estos elementos de la personalidad como pautas de identificación organizadas que están compuestas por emociones, papeles y creencias.

Entonces, tu madurez está determinada por tu identificación:

. Con tu personalidad.
. Con tus diversas subpersonalidades.

Si te identificas con alguna de tus subpersonalidades, con algún aspecto concreto de tu personalidad, ésa es la perspectiva desde la que entiendes tu vida y la de los demás. Tienes, entonces, que crearte la distancia necesaria con tus diversas subpersonalidades para no identificarte con ninguna de ellas.

Robin Casarjian ahonda en esta cuestión cuando escribe:

Esa conciencia nos permite reconocer que somos algo más que la pauta que estamos experimentando en cualquier momento dado.

Hacerlo es el primer paso para dejar de experimentar el mundo a través de los ojos del pequeño yo, y verlo desde la perspectiva más amplia del Yo esencial.

En último término, la totalidad de quienes somos es mucho más grande que la suma de nuestras subpersonalidades. (Casarjian, 1994:52)


Así, la madurez de tus relaciones, contigo mismo y con los demás, depende de tu identificación con tu personalidad esencial o con tus distintas subpersonalidades:

- Relación contigo mismo
Puedes verte a ti mismo:
- Identificado con tu esencia.
- Identificado con alguna de tus subpersonalidades.

Pero, ¿cuáles son tus subpersonalidades?. Estas dependen de tu educación, de tu atención y de tu voluntad. Pueden ser, entre otras: Feliz, crítica, culpable, manipuladora, colérica, perfeccionista, dictatorial, etc.

Si te identificas con tu esencia, desarrollas una vida creativa. Pero si te identificas con alguna de tus subpersonalidades te limitas las experiencias y te expones a que la subpersonalidad opuesta en otra persona incentive la tuya. Por ejemplo, si te identificas con tu subpersonalidad “posesiva”, estás atrayendo la subpersonalidad “ladrona” de otra persona.

Y, entonces, se derrumban tus estados emocionales y psicológicos porque ha fallado la estructura de tu personalidad.


- Relación con los demás
Puedes relacionarte con los demás:
. Identificándote desde tu esencia con la esencia del otro. Con lo que puedes mantener una relación íntegra, madura y feliz.

. Creyéndote que eres una de tus subpersonalidades e identificándote con una subpersonalidad del otro. Tu relación, entonces, está basada en la dependencia y en la ignorancia.

Por ejemplo, si te identificas con que eres una persona débil, buscarás en el otro su identificación con ser una persona fuerte para sentirte protegido. Si te identificas con que eres una persona soberbia, buscas en el otro su identificación con ser una persona humilde.

Esto no es más que una asignación de papeles, un reparto circunstancial y limitado de roles que puede cambiar según tus distintos estados emocionales. Así, este tipo de relación carece de base y únicamente origina conflicto y dolor a todas las personas implicadas.

¿QUÉ ES LA CULPA?

La culpabilidad es el castigo que te impones tú mismo como solución al conflicto que encuentras en ti y en tu relación con los demás.

Aunque, claro está, es una manera provisional de descargar el dolor de tu conciencia, pues con sentirte culpable no solucionas tu conflicto. La culpabilidad te sirve como excusa para aceptar vivir tu conflicto sin solucionarlo y, además, para sentirte ocasionalmente aliviado por el precio que pagas en sufrimiento.

Eduardo Roselló definió esta autonegación como involución personal:

La culpa es un sentimiento totalmente negativo que nos inhibe de la acción, que nos inhibe incluso de la conveniencia de enmendar nuestro comportamiento y tratar de cambiar. Puesto que somos culpables, ¡para qué cambiar! (Roselló, 1994:127)


Por supuesto, que así te limitas, pues decides como norma para tu vida:

- La relativa seguridad del conflicto, porque tienes miedo a lo que no quieres hacer consciente.

- La falta de confianza en ti mismo, ya que te niegas tu capacidad de análisis, de evolución y de perfección.

Por todo esto te resulta tan importante que definas las creencias en que basas tu personalidad, pues el sentimiento de culpa únicamente puede proceder de creencias en el dolor:


TE SIENTES
AMENAZADO


REACCIONAS
CON RABIA


La expresas La ocultas
directamente


Generas un resentimiento


Repites una y otra vez la misma rabia que cuando te sentiste amenazado


Te destrozas emocionalmente y te causas enfermedades


Atacas a las personas que quieres para que, a su vez, te ataquen y puedas sentirte amenazado




TE CREES
CULPABLE



Evidentemente, tu sentimiento de culpa lo proyectas sobre los demás culpando a quienes te rodean de las circunstancias de tu vida. Esto es una trampa psicológica por la que pierdes tu voluntad y te aprisionas:



CULPAS A LOS DEMÁS


CREES QUE SON RESPONSABLES
DE LO QUE TE OCURRE


LES CONCEDES
EL CONTROL SOBRE TU VIDA


NO TE CREES RESPONSABLE
DE TUS CIRCUNSTANCIAS


TE SIENTES ATRAPADO
POR LA SOCIEDAD


NO DESARROLLAS
TU PERSONALIDAD


En este proceso, siempre te quedas esperando a que los demás cambien para tú poder expresarte libremente y en paz, pero, esa espera, es el broche que cierra, con bastante fuerza, el círculo vicioso iniciado en tu elección de vivir escondido en el conflicto.



EL PRINCIPIO DE LA CULPABILIDAD

Tu miedo a responsabilizarte de ti mismo es la causa de tu división interna. Te crees desplazado, pues no te crees en armonía con la vida y te proteges de ese sentimiento de marginación bajo el escudo del ataque. Pero, como te crees que atacas, también te crees que puedes ser castigado, por lo que dejas de vivir el presente para vivir en el miedo.

Cuando por tu decisión de vivir en conflicto contigo mismo, es decir, separado de ti, te crees merecedor de castigo, tú proyectas este castigo al futuro y vives temeroso porque no sabes cuando lo vas a recibir, ni de qué forma. Pero de lo que, tal vez, no eres consciente es que ese castigo que te impones lo estás viviendo ya en el presente, mientras permaneces aprisionado en la cadena del sufrimiento y del dolor.

Con esta base en tu personalidad, proyectas a los demás tu propio proceso de culpa y dolor y en tu mente les percibes culpables. Así, no ves a los demás como en realidad son. Observa el siguiente proceso:

1. Buscas la causa de tu dolor, pero nunca la encuentras porque te ilusionas en situarla donde no está.

2. Te ocultas, por tanto, la verdadera fuente de culpabilidad.

3. Mantienes fuera de tu mente la noción de que sentirte culpable es pura demencia.

4. En tus relaciones, evitas a las personas porque lo que realmente buscas en ellas es evadirte de tu sentido de culpa.

5. Así, no compartes la relación y, por consiguiente, la relación no es real.

6. No sabes que amas. Te orientas a buscar fuera de ti mismo la base de tu culpabilidad para no asumir tu propio control.

7. Te vales de tus semejantes como un medio para resolver el pasado y, por eso, no puedes verles tal como son.

Este proceso de negarte a ti y de negar tus relaciones se explica en Un Curso de Milagros:

El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: Creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que tú crees haberle hecho a ellos.

Y una vez que te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa de sus actos porque desearás que la culpabilidad recaiga sobre ellos. (UCDM, Cap.27-VIII, 8)


¿Tal vez por esta confusión siempre estás enfadado sin saber por qué? En tu confusión, como parte de esa cadena de dolor que te ata, te sientes atraído por la culpa porque te identificas a ti mismo como cuerpo y, también, a los demás les identificas como cuerpos.

Con esta identificación puedes entender que el dolor es la causa de la culpabilidad, por cuanto que establece diferencias basadas en la separación de los cuerpos, y desestimas la creencia de estar unidos en el Amor, que establece la realidad en la unidad de todo lo creado:

- Crees que el cuerpo es valioso por lo que te ofrece.

- Crees que la paz te va a quitar lo que el cuerpo te ofrece.

- Crees que se te pide demasiado, que tienes que “sacrificarte”.

- Lo que tú crees “sacrificio” es, en realidad, tu liberación, porque el cuerpo sólo te ofrece relaciones de amor condicionado-odio y la creencia en la muerte.

Por esto, mientras crees en tu cuerpo como indicador de las relaciones y como base de la felicidad, estás incidiendo en la separación. Y en seguir dando vueltas atado a la cadena de dolor. Dolor, confusión, ataque, culpa, sacrificio, auto-condena, etc. son los elementos de la desubicación y la desesperación que te definen, tal como expuso Sebastián Urbano:

Denuncio a todo hombre, me denuncio:
que me desgarro el alma con las uñas,
de espaldas mí mismo y con demonio,
buscando en huerto ajeno la azucena.



UNA CADENA DE DOLOR

El proceso que te hace vivir aferrado al dolor tiene la particularidad de ser invisible para ti, en cuanto que no eres consciente de cómo determina tus experiencias.

Antonio Machado definió esta desdibujada situación personal así:

La posición del satírico, del hombre que fustiga con acritud vicios o errores ajenos, es, generalmente, poco simpática, por lo que hay en ella de falso, de incomprensivo, de provinciano.

Consiste en ignorar profundamente que estos vicios o errores que señalamos en nuestro vecino los hemos descubierto en nosotros mismos. (Machado, 1988 (I):198)


Y no sólo te crea una ilusión de realidad, sino que el mismo dolor que eliges en tu mente puede tener consecuencias en tu cuerpo físico:

Incluso cuando no somos totalmente conscientes de estar enfadados, nuestros resentimientos y sentimientos negativos constituyen un equipaje emocional que, caso de ser excesivo, puede acabar provocándonos una úlcera de estómago, un descenso de defensas e incluso cáncer.
(Lawson, 1996:17)

Como ya sabes, que vivas ahora atado a una cadena de dolor tiene su origen en el sistema de pensamiento y en las creencias que elegiste para expresar tu vida. Recuerda que no elegiste el Amor, por lo que, automáticamente, asumiste creencias basadas en la separación:



CREENCIAS


Unidad Separación


Amor Dolor


Ataque


Culpa


Entonces, la cadena de dolor, que se alimenta al morder su propia cola, puede representarse así:


SEPARACIÓN



CULPA DOLOR



ATAQUE



Y con los siguientes conceptos puede quedar definido el engranaje que te asfixia:


1 - LA SEPARACIÓN

1- Te identificas con lo externo a ti.

2- Te sientes culpable porque, en el fondo, sabes que te estás fallando a ti mismo.

3- Esperas un castigo.

4- El castigo nunca llega, pero, mientras esperas, tienes la necesidad de sufrir para sanar tu sentimiento de culpa.

5- La culpa no es real, es una ilusión en la que elegiste creer para no identificarte con tu realidad.

6- Sí es real para ti el sufrimiento en el que vives cada momento de tu vida y que reflejas en todas tus relaciones.



2 - ALGO TE CAUSA DOLOR


Te dueles mientras Sigues dolido después
sucede el hecho. de suceder el hecho.


Aceptas. Revives ese dolor en todas tus experiencias cotidianas.


Sanas. Te aferras al dolor y lo conviertes en tu patrón de conducta.


Culpas de tu dolor al otro.


Estás resentido y lleno de rabia.


La angustia y el miedo te guían.


Tus relaciones se basan Te creas
en el ataque. enfermedad.



3 - EL ATAQUE

No eres consciente de
la creencia en la separación
que te rige: Crees escaparte
proyectando separación
en los demás.


Extiendes tu conflicto
interno a tus relaciones.


Te sientes protegido
ofreciendo ira a quienes
te rodean.


Estableces tus relaciones
en la ira: Cuanta más ira
descargas sobre ellas más
a salvo crees encontrarte.


Proyectas tu ira a cada
relación hasta que la destruyes.
Acabas una relación y comienzas
otra con el mismo fin de destruirla.


Te sientes merecedor de sufrimiento
pues te da la impresión de que todo en
la vida está en contra de ti.


Esperas ser atacado por alguien, o
algo.


Atacas.
Odias al otro porque crees
que es la causa de tu infelicidad.


Crees que tu voluntad es la separación.


En el otro no buscas amor,
sino el dolor que te impones a ti mismo.


Exiges al otro que se sienta culpable
y que se solidarice con tu dolor.


Consideras imposible la inocencia,
pues perderías lo que crees
que te une al otro: El conflicto.


Tienes miedo a salir del conflicto
porque crees que una relación significa
proximidad en los cuerpos.


Crees que el cuerpo
es lo único que se puede compartir
y que la mente es algo privado.


Te entregas al sufrimiento por miedo a la soledad física
y, así, perpetúas la soledad emocional en tu interior.


Intentas aliviar tu sufrimiento
haciendo que el otro se sienta más culpable.


El otro parece atacarte y herirte
en lo que hace, en lo que no hace,
en lo que dice, en lo que no dice,
en lo que piensa y en lo que no piensa.




4 - LA CULPA


1. Te censuras a ti mismo tu estado de conflicto.

2. Te sientes culpable.

3. Proyectas tu culpa a todo lo que haces. Vives angustiado.

4. Revives tu actitud de separación juzgando a los demás y, por supuesto, condenándoles al igual que te condenas a ti.

5. Eliges no sentirte responsable de ti mismo para no asumir tu propia voluntad.

6. Eludes tu presente, pues crees que negándolo pagas por la ofensa que te haces a ti mismo.

7. Crees que tu realidad es el dolor.

8. Valoras la separación y dolor es lo que pides a todos los seres que te rodean.



Una reducción extrema de la cadena del dolor, en la que queda muy clara la ilusión de realidad que te has fabricado y tu elección del auto-sacrificio, es como sigue:


SUEÑAS QUE TIENES UN ENEMIGO


CREES ATARCALE PARA DEFENDERTE,
PERO TU ATAQUE NUNCA LE LLEGA


TE BUSCAS OTRO ENEMIGO. Y OTRO.
PERO CADA ENEMIGO SE TRANSFORMA
CONSTANTEMENTE EN OTRO


EN REALIDAD,
SIEMPRE TE ATACAS A TI MISMO

LA CULPA COMO OPRESIÓN

El sentimiento de culpabilidad te oprime en dos aspectos, ambos a través del sufrimiento:

- Internamente, atado a la cadena del dolor.

- Socialmente, al proyectar tu dolor sobre los demás.


Tu sistema de pensamiento basado en la separación te hace creer que tú eres un individuo aislado y que te tienes que buscar la vida en competencia con los demás individuos que forman la sociedad.

Abandonas tu voluntad cuando te identificas con la interpretación de algún papel social. Entonces, la entregas al colectivo para que el entorno social determine las circunstancias de tu vida.

Como crees en este enfoque para no asumir tu voluntad propia, te sientes culpable:

- Cuando no cumples las normas generales de conducta, pues sientes que traicionas a los demás.

- Cuando cumples las normas generales de conducta, pues sientes que te traicionas a ti mismo.

Entonces, como apuntaba Luis Zabalegui, tu vida se desarrolla en un continuo conflicto, definido en los siguientes conceptos:

1. Crees que la norma social define todo comportamiento individual.

2. Una parte de tu mente se somete a lo que te parece una ley social.

3. La otra parte de tu mente desea lo que te parece contrario a la norma social.

Todo este proceso está basado, pues, en el miedo a ejercer tu voluntad; un miedo al que empezaste a adaptarte desde que naciste y al que sigues intentando adaptarte en tu madurez:

- De niño tuviste miedo a perder el amor de tus padres y para sentirte seguro basabas tu comportamiento en lo que pensabas que ellos esperaban de ti.

- En la adolescencia, a pesar de tu afán por cambiar el mundo, tuviste miedo a contradecir a tu conciencia, muy definida por la norma social, y cambiaste tus ganas de rebelión por tu entrega total a solucionar tu economía.

- En tu época de madurez, sigues sin asumir tu voluntad porque te sientes incapaz de renunciar a la comodidad que tanto sacrificio te ha costado conseguir para ti y para tu familia.

En cualquier caso, como nunca te has sometido por completo a la norma social, y estás seguro de que nunca te someterás, sientes necesidad de castigo para compensar a tu conciencia, portadora de la norma social, por la parte de tu mente que no acepta someterse a ella.

Evidentemente, esta situación te niega el presente pues limitas tus experiencias a repetir las que has vivido en el pasado.

También limitas el total de posibilidades que te presenta la vida a la única posibilidad que ya conoces y que has elegido para que determine toda tu vida, a pesar de que no te resulta satisfactoria.

Por todas estas circunstancias, podemos entender la opresión que sobre ti ejerce la culpa de las siguientes formas:

. Auto-negación.
. Ilusión de dominio.
. La relación culpable.
. Tu traición a ti mismo.







AUTO-REPRESIÓN = AUTO-NEGACIÓN


Vives sin cumplir tu voluntad y, esto, es una traición a ti mismo. Niegas tu voluntad, te llenas de orgullo identificándote con un papel social y llamas humildad y vida sencilla a vivir tu vida reducido a ser uno más de los objetos de comodidad que te rodean y que momifican tu espíritu.

No eres humilde cuando no te aceptas tal como eres, espíritu y libre, sino que te juzgas y te condenas a ti mismo cuando:

- Apruebas o desapruebas tu comportamiento según la escala de valores que has adquirido.


Esta es la base por la que:

. Te auto-desprecias.
. Eres inseguro en tus relaciones.
. Sientes que no mereces amor.

Son, todos, factores que te hacen sentir insatisfecho y despreciado por ti mismo, tal como afirma Gerald Jampolsky:

Hemos recorrido nuestras vidas sintiéndonos culpables por todos los errores que creemos que hemos cometido, creyéndonos indignos de confianza y preguntándonos qué tipo de castigo vamos a recibir. (Jampolsky, 1998:38)

Así, te identificas como depresivo y limitado a lo físico. Como has aprendido que tu seguridad está en cumplir las normas, te crees perdido si haces algo distinto. Y así es para ti, siempre que anulas tu voluntad para cumplir otra, que te parece obligada, como en el siguiente caso:

- Alguien te envía un mensaje por el que te sientes atacado.

- Das tu voluntad a esa persona reaccionando con rabia.

- No eres consciente de cual es tu voluntad en la situación, pues también podrías reaccionar de otra manera.


Pero, seguro, que no logras aplicarte este procedimiento porque ocultas de ti mismo tu necesidad de cumplir tu voluntad creándote ilusiones, creyendo realidad lo que no es. Lo que imaginas, entonces, se convierte en tu patrón de conducta, como explica Un Curso de Milagros:

La culpabilidad no ejerce ninguna atracción en el presente, en el ahora. Toda su atracción es imaginaria, y así, es algo en lo que se piensa en conexión con el pasado o con el futuro. (UCDM. Cap.18-VII, 3-6)



ILUSIÓN DE DOMINIO


Cuando haces que alguien se sienta culpable le estás robando su auto-estima, haces su personalidad dependiente de tu voluntad. Esta circunstancia funciona en dos direcciones:

. Las instituciones sociales necesitan de la voluntad de todos los individuos para definirse con voluntad propia.

. Tú utilizas tu rabia para dominar sobre las personas que te rodean.

Son engranajes que intentan hacer realidad de lo ficticio y, también, negar a la persona. Cuando aprendes a verlos, te das cuenta de que no los quieres para ti, como escribió Isabel Allende:

Vio con claridad los mecanismos que usaba su hermana para dominarlo, la forma en que conseguía hacerlo sentirse culpable y comprendió que debía ponerse a salvo. (Allende, 1999:55)


Es favorable a las estructuras de poder mantener al individuo en un constante sentimiento de culpa, pues es, así, absolutamente influenciable para mantener la injusticia social porque la persona carece de voluntad y apoya a los demás en que tampoco la tengan.

Un ejemplo a este caso es el de Santa Teresa de Jesús, cuando intentó comunicar a los demás, escribiendo, sus errores, paso fundamental para deshacer el sentimiento de culpa, y no recibió autorización de sus superiores. Así lo narró la santa en el prólogo al Libro de la vida:

Quisiera, yo que, como me han mandado y dado larga licencia para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho, me la dieran para que muy por menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y ruin vida: diérame gran consuelo; mas no han querido, antes atádome mucho en este caso. (Santa Teresa de Jesús, 1972:31)


Como bien definió Wayne Dyer, la culpabilidad asociada a la familia y a la sociedad es una de las estrategias más utilizadas para mantener a los seres humanos dependientes de circunstancias incluso ajenas a la propia realidad humana, como es el caso de la educación, las religiones, la política, etc. instituciones donde la palabra libertad indica el grado de servilismo al que se someten las personas.

Luis Zabalegui entendió a la perfección este proceso de dominio establecido por las instituciones en el interior de la persona:

Cuando se habla de culpa, se hace referencia a otro o a otros. La culpa se mueve siempre en el terreno de los valores y aparece cuando se conculca algún valor.

Los valores surgen en la esfera social. La consecuencia es que son los otros los que valoran lo que hacemos. Son los otros los que dictaminan el signo de nuestras acciones.

La internalización de las normas externas puede hacer creer que la conciencia y los sentimientos de culpa son atributos personales con los que uno nace, cuando en realidad son convenciones sociales. (Zabalegui, 1997:131)


Tú eliges la actitud de enfado y ataque, porque te parece que puedes obtener los siguientes beneficios:

1- Te enfadas para esconderte a ti mismo de tus pensamientos.

Así, evitas comunicarte. Evitas expresarte libremente porque tienes miedo a las consecuencias de decir la verdad de lo que sientes.

Te proteges de los demás manteniéndoles alejados de ti. Como nadie se te puede acercar, tú no te sientes vulnerable.

2- Te enfadas para no responsabilizarte de tener una vida libre y feliz.

Prefieres creer que tus problemas están causados por las personas que te rodean. Siempre culpas a los demás. De esta manera, tú mismo te haces impotente ya que piensas que tú no tienes nada que ver con lo que sientes.

Culpas a los demás de tu infelicidad, con lo que tú te niegas la posibilidad de hacer algo por tu felicidad. Así, te niegas el poder de cambiar de situación.

3- Te enfadas para mantener tu relación de pareja.

Evitas a toda costa liberarte del dolor y liberar a tu pareja del dolor porque así le sigues manteniendo como una propiedad. Sientes que posees a esa persona y, a pesar de tus contradicciones, quieres que te pertenezca para siempre. Sabes que esa persona no puede estar a disposición de tu ego, pero haces lo imposible por creer lo contrario.

Simplemente, te atas con una gruesa voluntad al miedo. Te da miedo la posibilidad de olvidarle porque te da pánico la soledad. La unión que no habéis conseguido a través del entendimiento lo habéis establecido en el dolor.

4- Te enfadas para dominar a los demás.

Así crees estar vivo, lleno de energía, y crees que tienes un enfoque adecuado de tu vida y de tu familia, pero, en realidad:
- Te sientes impotente ante las circunstancias.
- Te sientes inseguro.
- Estás lleno de miedo.

Cuando te enfadas quieres conseguir que los demás se asusten y sientan que hacen algo mal para tú poder manipularlos.

Te enfadas para que los demás te obedezcan. Mantienes en el miedo a las personas que te rodean y, no sólo no colaboran en conseguir los objetivos que tú propones, sino que, por el contrario, se oponen a ellos.

Crees demostrar que tienes razón a través del enfado, haciendo creer a los demás que están equivocados. De esta manera, les refuerzas el sentimiento de culpabilidad y te crees con el derecho de castigarles.

El principal problema que se deriva de esta situación es que tú eres quien primero siente la culpa, quien primero es infeliz y quien primero pierde la propia estima.



LA RELACIÓN CULPABLE


El sistema de pensamiento que has elegido para gobernar tu mente, determina el tipo de relación que esperas en cada encuentro con otra persona:


RELACIÓN



PLAN PLAN
DE LA SEPARACIÓN DE LA UNIDAD



El plan de la unidad, o lo que es lo mismo, del Amor como base para tus relaciones, es el siguiente:


1- Renuncias a lo que no quieres.
. No te identificas con ideas que separan a las personas.
. Renuncias a buscar algo valioso en la relación, pues te identificas con el Amor mismo.

2- Eliges ser lo que eres.
. Eliges la paz para ti, para todas las personas y todos los seres,
. Reconoces que todas las mentes están en comunicación.

3- La inocencia es tu estado natural.


El plan de la separación, o plan del dolor, como base para tus relaciones, es el siguiente:

1- Quieres obtener algo en cada encuentro con otro ser.
. No te interesa el encuentro en el que no veas oportunidad de provecho.
. Te vuelcas en el encuentro del que puedes beneficiarte en algo y lo consideras especial.

2- Eliges para tus relaciones a personas que tienen tus mismos gustos y tus mismas ideas.

3- Así, te creas una ilusión de realidad en tus relaciones, cuando encuentras diferencias fastidiosas y planes que no te salen.

4- Amas y odias a la vez: Es el dolor.


De esta manera, tu situación en la relación queda definida por dos características:

A- Quieres la relación porque encuentras algo: Comodidad, dinero, seguridad, etc.

B- Condenas la relación porque no encuentras paz en ella.


Y ya, el dolor se define en la guía para tus relaciones:


DOLOR


Separación Personalidad
real inestable


No te encuentras Tienes periodos críticos
a ti mismo de: Ira, ataque y culpa.


No conoces el amor: Tienes periodos tranquilos
Vives en una ilusión de: Aquí no pasa nada,
de amor. nuestra relación es normal.


Te culpas. Sientes culpable al otro.


Esta compleja situación psicológica define a toda relación, pero se acentúa en la relaciones que estableces de amor especial, en tus relaciones de pareja.

Entras en una relación de pareja creyendo que te falta algo imprescindible para ser feliz y que la persona que eliges tiene ese algo. Jampolsky definió esta situación:

Si la otra persona nos da lo que queremos o cambia para satisfacer nuestras necesidades, nos sentimos felices.

Si la otra persona no nos da lo que deseamos o no hace los cambios que creemos necesarios, nos sentimos irritados y frustrados. Y cuando nuestras irritaciones y nuestras frustraciones se intensifican, se transforman en ira y en odio. (Jampolsky, 1998:44)



Conviertes, entonces, a tu relación de amor especial en un refugio en el que intentas ocultarte de tu sentimiento de culpa, en una especie de bunker donde te sientes protegido. Basas tu relación en la ira, y la relación se mantiene porque tú y tu pareja os empeñáis en vivir una ilusión sobre el amor. Vuestra relación acaba en la desilusión, en una frase hecha: “Con lo bien que podríamos estar juntos, pero no nos entendemos”.

De todas formas vas a estar utilizando la misma estrategia en tus próximas relaciones, hasta que te replantees en profundidad tus creencias. Pero hasta que tomes esa decisión, pregúntate qué ganas con el enfado interior, que aunque casi nunca lo demuestras, sientes respecto a tu pareja:

. ¿Así evitas compartir tu intimidad?

. ¿Te sientes rechazado?

. ¿Te crees con la razón y haces que tu pareja se sienta culpable?

. ¿Prefieres dejar tu vida tal como está porque te dan miedo los posibles cambios?

En resumen, la estructura general de la relación culpable puede quedar definida así:



TE CREES SEPARADO


SIEMPRE TE PARECE
QUE ALGUIEN TE CULPA DE ALGO



TÚ TE CREES APOYAS EL SENTIMIENTO
CULPABLE DE CULPA EN LOS DEMÁS



HACES QUE LOS DEMÁS
SE CREAN CULPABLES



CREES QUE TODA RELACIÓN
GENERA DOLOR



ASÍ ES COMO TÚ BUSCAS
EL AMOR




TU TRAICIÓN A TI MISMO


Tu plan para seguir aferrado al dolor se basa en que:

1- Otorgas realidad a tu creencia en la culpa.
2- Te justificas la culpabilidad atacando.
3- Cuando crees que atacas a otros, te atacas a ti mismo.
4- Te sientes más culpable.


Conserva, pues, tu sentido de culpabilidad sobre ti mismo y sobre los demás para que tú sigas sin ser tú. Obsérvalo en la continuidad de este proceso por el que te condenas al dolor:

5- Proyectas la culpa porque quieres deshacerte de ella.
6- Te ocultas la culpabilidad a ti mismo.
7- Experimentas angustia pero no sabes por qué.
8- Crees que tú no eres tú.


Llegas a esta conclusión última porque tienes una profunda sensación de estar fallándote continuamente. Así, no cesas de identificarte con el dolor, según se afirma en Un Curso de Milagros:

Si tus hermanos forman parte de ti y los culpas por tu privación, te estás culpando a ti mismo. Y no puedes culparte a ti mismo sin culparlos a ellos. Por eso es por lo que la culpa tiene que ser des-hecha, no verse en otra parte.

Échate a ti mismo la culpa y no te podrás conocer, pues sólo el ego culpa. Culparse uno a sí mismo es, por lo tanto, identificarse con el ego, y es una de sus defensas tal como culpar a los demás lo es. (UCDM. Cap.11, IV-5)


Es para seguir identificándote con el dolor por lo que culpas y atacas, de lo contrario, si no atacaras, desharías tu creencia en la separación al afirmar el Amor que todo lo une.

El mundo que ves, basado en el dolor, es una ilusión a la que entregas tu voluntad para creerte que es realidad. Desde este punto de vista, estás tan lejos de ti que bien puedes pensar que has enloquecido. Pero tu locura no traiciona a nada ni a nadie, sólo te traiciona a ti porque está basada en todo un sistema de pensamiento que elegiste para desarrollar tu vida.