jueves, 2 de agosto de 2007

ANTE LA INOCENCIA

Aferrarnos a nuestra ira, desprecio o fantasías de venganza puede resultar inmensamente dañino para nuestro bienestar físico y emocional. Pero lo hacemos porque creemos que nos mantiene separados; y seguros. O lo hacemos porque creemos que se lo debemos a alguien que se ha equivocado. (Dowrick, 1999:301)


En esta cita, Stephanie Dowrick define tu enganche a la culpa y la difícil situación personal que te produce creerte culpable.

Pero ya no te sientes seguro en el sufrimiento, en el dolor, como ya tampoco te adhieres a la culpa que los demás te proponen a través de la ira y la separación, porque ahora reflexionas sobre ti mismo y te respondes, no para condenarte a una culpa sin fin, sino para entender que erraste y para comprender que ahora puedes empezar de nuevo.

Aunque, ¿cómo vas a empezar de nuevo? ¿Qué es lo que vas a hacer? La respuesta está en todo, en todos sitios y también en el aire, como cantaron Bob Dylan y Jhonn Lennon:

Mejor será que reconozcas a tus hermanos
Todos los que encuentres
¿Para qué diablos estamos aquí?
Seguramente no para vivir con dolor y miedo.
(Lennon, 1982:149)


La respuesta es que reconoces la inocencia en cada ser humano que encuentras.

Tú eres el que soñaste un mundo de dolor y creíste tanto en tu sueño que de aquella ilusión hiciste tu realidad. Simplemente soñaste un sueño que no te gustó, porque en tus ilusiones de ataque siempre tú fuiste la única víctima.

Ahora puedes elegir otro sueño. Un sueño donde no hay ataques, ni víctimas ni dolor. Cambia aquel fatigoso sueño tuyo por el sueño de paz e inocencia que tú mismo te puedes ofrecer.

Pacifica tu vida, entra en la paz. Y, como hizo Sergio García-Risco, pregúntate interiormente para entender qué ilusiones de realidad hay todavía en ti que soñaste con el fin de separarte de la luz de la inocencia, de la unidad plena:

¿Qué me hace ser sombra para los demás?
¿Qué luz no transmito?
¿Por qué muchas veces mi luz es tan débil?
¿Qué me impide ser luz en mi vida?
(García-Risco, 1994:130)


Pregúntate detenidamente, primero, sobre la ilusión básica de tu sueño de dolor, y, segundo, sobre su apoyo más directo:

1. Tu creencia en la separación.
2. Tu creencia en el ataque.


TU CREENCIA EN LA SEPARACIÓN

Cuando aún no has elegido la inocencia para ti, que es lo mismo que elegirlo para los demás, mantienes en tu conciencia un sistema de pensamiento contrario al amor, porque en tus pensamientos crees que los demás están separados de ti, pues te parece que:

. Tu comportamiento no tiene efecto en los pensamientos de los demás.
. El comportamiento de los demás no tiene efecto en tus pensamientos.

Tu creencia de que tus actitudes no pueden afectar a los demás indica que tú crees que los demás están equivocados, que no lo hacen bien, por lo que confundes sus peticiones de ayuda para percibirlas como ira y como ataque.

También crees, por lo tanto, que puedes juzgar sus errores y te parece que esos juicios tuyos no te afectan a ti, que tú te mantienes incólume y en paz porque te crees con la razón.

Con esta base en tus creencias, bien puedes entender sobre la inocencia que:

. Los demás no se la merecen, porque tú eres mejor.
. Tú perdonas porque tú eres superior.

Así, es un regalo para ellos, pero una carga para ti y como no te sientes bien, te parece que la inocencia es algo falso, un rasgo de caridad por tu parte que los demás no merecen y que a veces la concedes y otras veces no, dependiendo de la persona que sea y de las circunstancias.

Como no tienes una comprensión sólida, ya que haces depender la inocencia de lo que te parecen circunstancias exteriores, sufres porque te niegas a concederla y, como este sufrimiento no te parece justo, sufres aún más.

De esta manera, llegas al convencimiento de que aceptas errores, pero que nunca son tuyos ya que son ajenos a ti y crees que pertenecen a las demás personas. Pero así, si no sientes el error como tuyo, entiendes que tu rasgo de generosidad al conceder la inocencia tampoco es tuyo.

Posiblemente todo este anterior proceso de razonamientos te parece demasiado complejo y liado, pero tal vez sí se corresponda con tu sistema de pensamiento en las características generales que sobre la inocencia se desprenden de estas creencias:

. No tiene fundamento.
. Es una excentricidad, por la que a veces concedes un indulto inmerecido.
. Es un escudo para los ataques que recibes y crees que te evita que corrijas tus creencias.
. No te da paz.
. No te liberas del error que vez en el otro ni de tu propio error.

Pero ten en cuenta que el problema más grave que causa esta percepción tuya es para ti mismo, porque al afirmar el error en ti y en los demás niegas la perfección del Amor.

El error es una idea que tú te enseñas a ti mismo. Pero tú no puedes enseñarte a ti mismo la inocencia porque es un acto de Amor y en tus creencias tú estás separado del Amor.

Entrégate, acepta que dirija tu vida la intuición que representa a esa dimensión interior tuya que ahora comienzas a reconocer, y así aprendes a aceptar a esa otra parte tuya que tú has construido y que creíste ser tú mismo.

Mientras tanto, entiende que cada mente que encuentras te está ofreciendo una oportunidad para que tu mente aprenda a aceptarse a sí misma, y:

. Espera liberarse del error a través de ti, aquí y ahora, para que tú te liberes del tuyo.

. Te conviertes en su esperanza de vida para que tú te reconozcas como tu propia esperanza de vida.


TU CREENCIA EN EL ATAQUE

Nunca mantengas en tu presente, en el aquí y ahora, tus equivocaciones, tus experiencias desagradables o cualquier otra imperfección que haya sucedido en tu vida.

Ya pasaron, ya son nada. Sólo si tú lo eliges, vuelves a vivir esas experiencias cuando las mantienes en tu conciencia a través de tu voluntad. Olvídalas, pero ten en cuenta lo que aprendiste de ellas. Olvida y acepta, pues así reconoces la perfección en ti y en los demás.

Pero si decides vivir constantemente las mismas experiencias repetidas y no cambias tus creencias a partir de lo que aprendiste de ellas, te estás condenando a ti mismo, aunque a ti te parece que condenas a otros a través de tus juicios, y te atas a la ilusión de que tu poder está fuera de ti.

Cuando te parece que puedes atacar a otros sin que te afecte a ti, en realidad te atacas a ti mismo porque en tu conciencia te sientes culpable y crees que necesitas un castigo.

Pero si comprendes que todos tus ataques únicamente los diriges a ti, empiezas a tener otra visión, porque dejas de hacerte daño, y, ya:

. No utilizas tu cuerpo para vengarte de lo que te parece el ataque de los demás.

. Pones tu cuerpo al servicio de tu mente para curarte de tus ilusiones y para sanar a los demás de las suyas.


De esta manera, aprendes que tú no eres las ilusiones que inventaste, que te parecían tan reales que las creías parte de tu ser. Y también consideras que:

. La causa de tu miedo no está fuera de ti.

. Es a ti mismo a quién temes.

Por tanto, necesitas considerar a todos inocentes porque la inocencia siempre es para ti mismo, aunque te la concedes a través de sanar las ilusiones que proyectas sobre los demás.

Deja que la inocencia desvanezca los errores que crees ver fuera de ti, porque hasta que no lo hagas creerás que eres culpable y te refugiarás en la debilidad y en limitar tu capacidad de creación.

Tú tienes a favor que aún eres tal como tu Creador te creó y que esta condición siempre es tuya, aunque tú te la ocultes. Da gracias por ello y manifiesta tu gratitud a todos los seres que te rodean porque todos ellos te completan.

Así, condenar es imposible. Es otra de tus ilusiones, tanto como lo es tu creencia de que se te puede hacer daño. La percepción inocente es el fin de todas las ilusiones y el camino hacia la realidad. Es el único medio que te lleva más allá del dolor.

Dirige tus pasos para aceptar ser libre, porque toda forma de sufrimiento indica que aún tienes pensamientos que no son de Amor.

Reconoce que tu cuerpo es un límite, pues mientras creas que eres un cuerpo no puedes ser libre. No busques tu libertad donde no está y libera a tu mente de la creencia de que sirve a tu cuerpo y de que está dentro de tu cuerpo.

Pon tu mente al servicio del espíritu, y comprobarás cómo tu libertad consiste en trascender las leyes del tiempo y del espacio:

. Tu cuerpo queda al servicio de tu mente.

. Te entregas al Amor.

Seguramente que la idea de que no eres un cuerpo te parece absurda pero precisamente tu cuerpo es el origen de todas tus ilusiones. Y aún crees en ellas.

Declara tu inocencia para que el cuerpo sea el vehículo desde el que extiendes la realidad, pues ningún ser humano es el cuerpo que te muestra. Así liberas a la humanidad de los velos de ignorancia y de ilusión. Y, por tanto, te liberas tú junto con los demás.

Eres libre y regalas libertad a quienes aún se creen esclavizados en el interior de un cuerpo.

Permites que el Amor reemplace a todos tus miedos, pues no hay más paz que la que ofrece la inocencia.

Pide amor y felicidad y deja que la paz rebose en tu mente. Pide, porque todo esto es tuyo desde siempre, y siempre se te da porque te pertenece.

Regresa a quién tú eres y mira el mundo como un lugar bendito. No necesitas nada más para ti.

Y vuelve a ti estando en los demás, que en el lenguaje de la unidad significa, a través de ti mismo, como propuso San Agustín:

El único remedio para escapar a tantos males es perdonar como nosotros deseamos ser perdonados, y ayudar a los otros en lo que podemos como nosotros queremos ser ayudados en nuestra impotencia. (Laffitte,1999:146)


Tal vez no te sientes capaz, o no te sientes preparado para la visión de la inocencia, pero, a pesar de las dificultades que encuentras, decídete aunque no sepas cómo. Es importante esta entrega inicial, esta confianza en tu intuición, en que tu ser interior te llevará a buen puerto, porque, como escribió Jack Lawson, el universo entero te apoyará:

Cuando perdonamos estamos creando mágicamente un espacio de seguridad, de confianza y de aceptación que refuerza nuestra coherencia mental y mejora nuestra relación con el mundo. (Lawson, 1996:44)

No es ya tu voluntad sentirte víctima de un destino incierto, de dolor. Ya no aceptas la idea de que la vida no es buena, puesto que tú eres vida y eres consciente que depende de tu voluntad que tu vida sea dolor o que tu vida sea amor.

Acepta, porque ya ves el mundo nuevo, del que escribió Tomás el apóstol:

Sus discípulos le dijeron a Jesús, “¿Cuándo vendrá el reposo de los muertos y cuándo vendrá el nuevo mundo?”.

Él les dijo, “Aquello que esperáis en el futuro ya ha venido, pero no lo reconocéis”. (Evangelio de Tomás, 51)


Extiende la inocencia, reconoce la inocencia, pues el dolor era la sombra que te negaba y no te dejaba ver ni entender. El apóstol Mateo escribió las siguientes palabras de Jesús:

Con el oído oiréis, pero no entenderéis; con la vista miraréis, pero no veréis. (Mateo 13, 10-15)

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