jueves, 2 de agosto de 2007

LA GRACIA DE LA INOCENCIA

La gracia de la inocencia es la respuesta de lo Uno, de tu entrega a la unidad, a tu voluntad de saberte y de conocer a todos lo demás.

Sientes que a tu interior ha llegado una energía perfecta para quedarse definitivamente. Y que tú estás de acuerdo con ella, que tu voluntad es una con ella en ternura, paz y amor.

Tú ves que un orden que no te es extraño, que te resulta natural, se te ha instalado por todo tu ser para expandirse en todas direcciones hacia todo. Y tú lo ves y lo comprendes.

Conoces que, liberado de tus propias trabas, esa energía que es tu voluntad, libera de sus nudos a todos los seres que encuentras y, de pronto, te das cuenta de que aquellas ilusiones, con las que te fabricaste una realidad, han desaparecido.

Entonces, toda la creación vibra contigo porque ya no sientes deseo de ser especial, ni de diferenciarte de los demás.

Ya sólo tienes que pedir para recibir. Y pides, para completar tu voluntad, la unión con toda persona de la que todavía algo te separa: Eres consciente de que algo no funciona respecto a esa persona y no logras entender qué es lo que tienes que hacer para liberar la presión del dolor que os une.

Y te entregas. Tú no sabes qué hacer pero esa energía sí puede restablecer vuestra paz.

Y esperas. Y confías.

Hay veces en que, inequívocamente, se nos otorga la capacidad de perdonar. En esos momentos de gracia, se nos capacita para hacer lo que tal vez somos incapaces de hacer por voluntad personal u opción consciente.

Cuando el perdón tiene lugar a consecuencia de la gracia, experimentamos cómo a través de nosotros gobierna, trabaja un orden superior a nuestros pequeños yos. (Casarjian, 1994:272)


Pide. La gracia llega cuando has preparado en ti su camino, cuando te has unido a ti mismo y a los demás en el crecimiento del Amor.

Ora. Medita.

La oración es una forma de pedir algo. Es el vehículo de los milagros. Mas la única oración que tiene sentido es la del perdón porque los que han sido perdonados lo tienen todo. (UCDM. Cap. 3, V-6)


Tuyo lo es todo. Tuya es la santidad, tuya fue siempre y para siempre lo es.

Tuya es la paz.

Y San Juan de la Cruz lo vivió:

Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía?
Tuyo es todo esto, y todo es para ti.

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