jueves, 2 de agosto de 2007

ACÉPTATE

Algo –algo casi material- ha salido de usted. Ya no lleva la carga que tenía; se la ha quitado de encima. La ira puede haber cedido el paso al pesar y a la pena. La rabia puede haber perdido fuerza hasta convertirse en indiferencia o piedad. Dentro de lo que podría parecer blanco y negro se ha introducido algo de gris.

Se han reducido las tensiones musculares que usted había llegado a considerar normales. Es menos vulnerable a la infección o a males mucho más graves. Su sistema inmunológico se refuerza. Los músculos de su cara se aflojan. Los alimentos saben mejor. El mundo parece mejor. Disminuye radicalmente la depresión. Se encuentra más disponible para los demás y mucho más disponible para usted mismo; y, no obstante, se siente menos ansioso cada vez. (Dowrick, 1999:269)



La anterior descripción de Stephanie Dowrick, ¿describe un nuevo medicamento milagroso? ¿O es que ha comenzado la revolución social que todos los seres humanos ansiamos para conseguir la paz y la felicidad en el mundo?

Pues sí, las dos cosas. Porque la inocencia es el más hermoso acto de libertad y se consigue revolucionándote en lo íntimo a ti mismo: Quién únicamente necesita inocencia eres tú mismo, pues solamente tú puedes sanar tu percepción.

La primera persona a la que vas a ver inocente es a ti, pero esto no lo vas a conseguir hasta que seas capaz de ver la inocencia en los demás. Por esto, cada una de las personas con la que te encuentras es una nueva oportunidad para tu propia aceptación a través de verla inocente a ella.

Bendice y entiende, pues, a toda persona que parece tu acusador, porque en ese encuentro tienes la clave para deshacerte de tus limitaciones. Es la única posibilidad de que dispones para percibir inocente, ya que la visión que tienes de cada ser es un aspecto de la visión que tienes de ti mismo. Pero, también, es una oportunidad que se te repite muchas veces al día pues tu inocencia se te ofrece en cada encuentro con otro ser.

Aunque puedes encontrar un inconveniente: Si tienes problemas para aceptarte, para amarte a ti mismo, seguramente que no estás dispuesto a la inocencia. Realmente no es necesario que seas duro contigo mismo para aprender y llegar a ser una persona madura. Recuerda que tú no eres culpable de nada, que todo lo que has hecho en tu vida era lo mejor que sabías y que podías hacer.

Si ocultas tus preocupaciones las mantienes y no solucionas ni te liberas de tus problemas. No son nada, no les das importancia porque no te absorben, pero sí que te determinan a que percibas a los demás a través de ellos.

Y si responsabilizas a los demás de tus propios problemas no estás siendo justo. Les culpabilizas igual que estás haciendo contigo. Luego, puedes creerte atacado y, por supuesto, puedes vengarte. Así, resulta, que no tienes misericordia para contigo ni para nadie.

Acéptate. Tu única responsabilidad es que seas amoroso contigo mismo. Una minúscula apertura al Amor en ti, será suficiente para que veas el Amor en los demás.

No creas que sanas reprimiendo la rabia en un difuso malestar que olvidas en el fondo de ti mismo queriendo convencerte de que todo va bien. Regocíjate siendo sincero con tu interior, sintiéndote en paz. Ten el valor de ser feliz.

Acéptate, eres inocente.

Acéptate porque, a veces, no ayudas lo suficiente a los seres necesitados que viven cerca de ti.

Acéptate por maltratar a quien te pide ayuda.

Acéptate porque no te mantienes dentro de tus mismos principios.

Acéptate, porque en vez de hacer hablas de hacer.

Acéptate porque tiras comida cuando tantos seres humanos mueren de hambre.

Acéptate, eres inocente. Y también inocente es tu cuerpo. Inocente fue tu infancia e inocentes son tus experiencias.



ACEPTA A TU CUERPO

Tu cuerpo es sólo un instrumento al servicio de tu espíritu. Es únicamente accesorio, lo esencial es el espíritu. Tu cuerpo te provoca frustraciones porque le atribuyes unas necesidades y un poder que en realidad no tiene. El cuerpo ni piensa ni siente, no tiene poder alguno. Es un elemento de aprendizaje del que te sirves en este mundo que has inventado y, que por ser una ilusión tuya, te parece real.

La creencia de que puedes dañar a otros resulta de tu identificación absoluta con tu cuerpo, ya que identificado con el espíritu sólo percibes inocencia y unión, pues en el nivel real del ser no existen las conveniencias ni los intereses personales.

La inocencia se refleja en el cuerpo como sanación física, pues cuando centras al cuerpo en su función, que es servir a la evolución espiritual, simplemente te obedece sin problemas.

La inocencia sana psicológicamente pues deshaces tu conflicto mental cuando te identificas con la realidad del espíritu:

. Restableces en ti el conocimiento: Todos los espíritus son uno y este uno se define en Amor.

. Reconoces que el único objetivo de cualquier relación es la unión.

Tu cuerpo te obedece. Según el sistema de pensamiento por el que te riges, así puedes dar funciones distintas a tu cuerpo:


CUERPO



Separación Unidad
con todo lo vivo con todo lo vivo


Enfermedad Sanación


Crees que el cuerpo es Eres libre
débil y lo rechazas porque
crees que no es parte de ti


Odias al cuerpo Extiendes el amor


Crees que tu cuerpo La inocencia y la santidad
te limita son tuyas.


Eres tú quien ha convertido Tu aquí y ahora se
al cuerpo en el símbolo de la convierte en infinito y
limitación eternidad


Te aprisionan las leyes que tú
mismo has inventado


Intentas limitar a los demás con tus
propias leyes porque crees que así
das seguridad a tu cuerpo


No estás obligado a mantenerte en
este sufrimiento de la separación.
Tú tienes el poder de cambiar.


Tal como se explica en Un Curso de Milagros, observa la importancia de determinar tu sistema de pensamiento, pues es la base de tu percepción del mundo:


O bien ves la carne o bien reconoces el espíritu. En esto no hay términos medios. Si uno de ellos es real, el otro no puede sino ser falso, pues lo que es real niega a su opuesto.

La visión no ofrece otra opción que ésta. Lo que decides al respecto determina todo lo que ves y crees real, así como todo lo que consideras que es verdad.

De esta elección depende todo el mundo, pues mediante ella estableces en tu propio sistema de creencias lo que eres: carne o espíritu.

Si eliges ser carne jamás podrás escaparte del cuerpo al verlo como tu realidad, pues tu decisión reflejará que eso es lo que quieres.

Pero si eliges el espíritu, el Cielo mismo se inclinará para tocar tus ojos y bendecir tu santa visión a fin de que no veas más el mundo de la carne, salvo para sanar, consolar y bendecir. (UCDM. Cap. 31-VI,1)


Igual dijo Jesús respecto a la función y realidad del cuerpo en el Nuevo Testamento:

El espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve. (Juan 6,63-69)


Acepta que te has servido de tu cuerpo para creer en la separación y en el dolor.

Te creíste incompleto y buscaste otro cuerpo para unir al tuyo. Cuando lo encontraste le hiciste tu ídolo y le diste el poder de tu voluntad cuando no eras consciente de tu creencia de que te faltaba algo.

Pero, en realidad, no era el ídolo, el cuerpo, lo que querías, pues cualquier cuerpo te pudo ofrecer lo que buscabas, que era la sensación de sentirte completo.

Acepta que te equivocaste al considerar a tu cuerpo el portador de tu voluntad. Tu plenitud está en tu espíritu y no tienes que buscarla porque es tuya desde siempre, aunque sí tienes la necesidad de creer en tu propia plenitud.

Dirige a tu cuerpo, pues en tu ilusión de ataque lo has utilizado para culpabilizarte a ti mismo a través de juzgar a los demás.

Vigila a tu cuerpo, porque, por tu creencia en la separación, estableciste ilusiones de unión a través del sexo. Tú que eres espíritu, te negaste a ti mismo y entregaste tu voluntad al ídolo que hiciste del cuerpo para encontrar otros cuerpos que apoyaran tu percepción carente de sentido. Y sólo encontraste confusión.

Libera a tu cuerpo, porque ninguna relación física puede aportar nada a tu ser y cuando te identificas con opciones sexuales puedes estar considerando a los seres humanos como limitados a ser objeto de tu deseo.


ACEPTA A TUS PADRES

Cuando eras niño hiciste ídolos de tus padres porque ellos eran tu guía y para ti eran tan imprescindibles que tal vez ahora no serías como eres sin la entrega total que te ofrecieron.

En tu adolescencia aquellos ídolos cayeron y viste a tus padres como en realidad son: Personas maravillosas que siempre te han dado su apoyo y que, como todo ser humano, buscan ser conscientes de su propia inocencia.

Ahora, libera a tus padres de la prisión a que los redujiste y reconoce en ellos la libertad que tú buscas para ti: Ellos son quienes son, no las personas que tú imaginaste que fueran.

Evita la relación de rabia, dolor y culpa con tus padres:

. No les exijas que cambien.
. Acéptales tal como son.
. No luches, pues así basas la petición de amor que les haces en el sufrimiento.

Reconoce inocentes a tus padres pues en ese reconocimiento les amas. Y, por extensión, puedes dar también tu amor pleno y satisfactorio en las relaciones con todas las personas que encuentras en la vida.

Acepta a tus padres para deshacer tu enfado permanente, pues al igual que creíste que tus padres no cumplieron el papel que tú les asignaste, ahora, en la ira, crees que quienes te rodean no hacen las cosas como deben.

Reconoce la inocencia en toda tu infancia para aceptarla para ti mismo. Tus hermanos, tu familia, los vecinos, tus maestros, y tú mismo, hicisteis todo lo necesario para avanzar lo más rápidamente posible en la aceptación de la inocencia.




ACEPTA TUS EXPERIENCIAS

Que pongas la otra mejilla significa que sabes que nadie te ha podido dar un guantazo, a pesar de que a ti te lo puede haber parecido. Significa que vuelves a ofrecerte inocente porque aquel momento en que creíste que pudiste ser atacado ya pasó y ahora vuelves a tener la convicción de que naces de nuevo en cada instante.

Significa que has entendido que sólo la inocencia es posible en todos los seres, puesto que así fueron creados, incluido tú. Por tanto, elige ver a todos los seres tal como son y no decidas por tu cuenta adjudicarles las características que a ti te parezcan oportunas.

No tengas en cuenta tus creencias ni las creencias de todos los demás. Acepta las dificultades, lo que parece ataque y elige no ver esa locura de terror ni en ti mismo ni en los demás. Esa no es la herencia que te pertenece sino tu opinión respecto a ella.

Sé humilde y acepta tu inocencia y la inocencia en todos los seres para que se cumpla en ti la eterna voluntad de paz. En la inocencia no hay juicios ni limitaciones, por lo que puedes comprender las siguientes palabras de Amalia Domingo Soler:

No pienses nunca en el mal que te han hecho, sino en el bien que puedes hacer. (Domingo, 1998:194)


En la inocencia sanas tus experiencias y, a la vez, las experiencias de las persona implicada en la relación. Sin hacer diferencia entre ninguna persona, puesto que no la hay, la inocencia os entrega a todos al amor.

Uno sois. Espíritu eterno en respeto, comprensión y paz. La sanación es irremediable y la inocencia total.

No hay comentarios: